El enfoque feminista en la educación revela que las aulas, al igual que el resto de la sociedad, están influenciadas por las lógicas del sistema sexo-género, como las dinámicas que empujan a los niños y hombres hacia roles públicos y a las niñas y mujeres hacia roles privados. Y esto afecta cómo cada género participa en el aula: los niños muestran más actividad y seguridad, mientras que las niñas se comportan con mayor discreción y complacencia. Además, existen expectativas de roles y tareas específicas, con los niños orientados hacia liderazgo y técnicas, y las niñas hacia cuidados y relaciones.
He aquí una buena guía, Cómo hacer un aula feminista, para empezar a incorporar la mirada feminista en el aula: profunda y concentrada en menos de 30 páginas de reflexiones, ideas, recursos y materiales bien explicados; fácil de entender y lo más importante, de incorporar en el aula.
La guía es una hoja de ruta que incluye materiales (¿qué necesitamos para avanzar en un aula feminista?), pasos (¿qué camino tenemos que seguir para alcanzar esa aula inclusiva?), consejos (¿qué tenemos que tener en cuenta?), y recursos (ideas que inspiran).
Sus autoras, Aradia Cooperativa y las docentes universitarias Cecilia Güemes e Igor Ahedo, incluyen herramientas de diagnóstico de desigualdades, tanto para el profesorado como con el alumnado. Pero no se queda ahí. El contrato de grupo y el cuaderno de viaje son dos instrumentos que ofrecen para empezar a trabajar en la clase.
Y no solo eso. No solo invitan a ponerte las gafas violetas, sino que añaden, como no podía ser de otra manera, la perspectiva interseccional, porque el sistema sexo-género no es el único eje de dominación: racismo, clasismo, capacitismo, etc.