Ángela Ruiz Robles diseñó el primer libro electrónico; Patricia Bath desarrolló la sonda láser para el tratamiento de cataratas; Chien-Shiung Wu fue una de las físicas más importantes del siglo pasado en el campo de la radiactividad; Marie-Sophie Germain, una matemática que contribuyó a la construcción de la Torre Eiffel, vio cómo su nombre no fue inscrito en el monumento porque era mujer (y, de hecho, tuvo que matricularse en la universidad bajo un nombre masculino); y Susan Solomon, una química atmosférica que lideró una expedición a la Antártida y descubrió que ciertos químicos producidos por el ser humano eran los principales responsables de la destrucción de la capa de ozono.
Todas ellas, y muchísimas más, son mujeres invisibles de la ciencia.
La brecha de género
El 11 de febrero es el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una fecha proclamada en 2015 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Este día busca concienciar al mundo sobre la brecha de género en las ciencias y promover una mayor participación y avance de mujeres y niñas en este ámbito. Sin embargo, el camino hacia la igualdad es largo.
Datos recientes destacan que solo el 28% de los investigadores en el mundo son mujeres, según la UNESCO. Además, en la educación superior, apenas el 35% del estudiantado en carreras STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) son mujeres, de acuerdo con la Fundación Catalana para la Investigación y la Innovación. Esta desigualdad comienza desde la educación básica y se refuerza en etapas posteriores.
Todo empieza en la infancia
Un estudio publicado en la revista Science en 2017 muestra que, desde los 6 años, las niñas tienden a considerarse menos brillantes que los niños. Esto afecta directamente sus intereses y hace que se autodescarten como futuras matemáticas, ingenieras o físicas. Los estereotipos de género, la ansiedad y la falta de confianza son factores determinantes:
- Autopercepción negativa: A los 15 años, las niñas tienen un 15% menos de probabilidades de considerar las matemáticas como su asignatura favorita y hasta un 21% más de probabilidades de sentir ansiedad al resolver problemas matemáticos.
- Elecciones educativas: En Bachillerato, la presencia de chicas en ramas científico-técnicas es menor, aunque obtienen mejores resultados que los chicos. En la universidad, las mujeres representan solo el 13% en Informática, 27% en Física y 36% en Matemáticas.
- Desigualdad en formación profesional: Solo el 7% de las mujeres graduadas en FP eligen ramas STEM, frente al 52% de los hombres.
Las consecuencias de esta desigualdad son evidentes y subrayan la urgencia de iniciativas que empoderen a las niñas y las motiven a considerar carreras en ciencia y tecnología. Además, la reducción de la brecha también requiere intervenciones estructurales, como la inclusión de modelos femeninos y programas educativos que refuercen la confianza desde la infancia.
Hoy, y cada día, es de justicia trabajar por un cambio estructural que visibilice y valore las aportaciones de las mujeres científicas. Necesitamos construir un futuro donde las niñas puedan crecer sin límites impuestos por estereotipos, y donde sus logros sean reconocidos y celebrados, al igual que los de los hombres. La ciencia no puede ser plena si excluye o invisibiliza a la mitad de la humanidad.