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Presión estética: enfrentando ideales de belleza irreales

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¿Qué es la presión estética?

La presión estética es la presión social que recibimos constantemente a través de la publicidad, las redes sociales, los medios de comunicación, y los comentarios que escuchamos a diario. Este mensaje está presente en la literatura, películas, series e incluso en nuestras conversaciones cotidianas. La idea que predomina es clara:

“El cuerpo delgado es sinónimo de belleza, salud y éxito.”

“El único cuerpo considerado válido es aquel que se ajusta a ciertos parámetros: para ellas, un cuerpo delgado, sin estrías ni celulitis, y con piel perfecta; para ellos, un cuerpo fuerte, musculoso y sin ‘imperfecciones’.”

Este tipo de mensajes no solo refuerzan un modelo de belleza único, sino que también perpetúan distintas formas de discriminación: el machismo, el racismo, el capacitismo (discriminación por discapacidad), los estereotipos de género, la gordofobia, el edadismo (o rechazo a la vejez), etc. Estas actitudes y creencias se nutren y, a la vez, fomentan la opresión corporal, es decir, el rechazo a aquellos cuerpos que no encajan en estos estándares irreales.


¿A quién y cómo impacta?

La presión estética afecta de forma directa a la autoestima y a la salud mental de muchas personas. Aunque los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) como la anorexia o la bulimia son algunas de sus consecuencias más visibles, el impacto va mucho más allá. Esta presión constante provoca en quienes la sufren una sensación de malestar permanente, una culpa irracional por no cumplir con el ideal de belleza, e insatisfacción con su propio cuerpo.

Lo más importante es entender que este ideal es, simplemente, imposible de alcanzar. Las imágenes que vemos en redes sociales, revistas y campañas publicitarias están altamente editadas y manipuladas, creando un estándar irreal de belleza que nos hace sentir que nunca somos suficientes.

Este fenómeno afecta a personas de todas las edades, pero quienes son más vulnerables son peques, adolescentes y jóvenes. Durante esta etapa crucial de la vida, se está formando la identidad personal, y la autoimagen juega un papel esencial en la construcción de la autoestima. Si desde una edad temprana se les enseña que su valor está ligado a cómo se ven, crecen con una relación tóxica con su propio cuerpo.

Además, la presión estética tiene un impacto mucho más fuerte en las mujeres que en los hombres. Desde muy pequeñas, las niñas son juzgadas por su apariencia: si son guapas o no, si están bien vestidas, si cumplen con los cánones de belleza. En cambio, a los niños se les suele valorar más por sus logros o habilidades. Esto refuerza la idea de que, para las mujeres, la belleza física es un requisito esencial para ser aceptadas o valoradas en la sociedad.

¿Quién se beneficia?

Detrás de la presión estética, existen industrias que se lucran del descontento y la inseguridad que esta genera en las personas. La industria cosmética, farmacéutica, del fitness, alimentaria, influencers y plataformas de redes sociales forman parte de este engranaje. Estas industrias se alimentan de la insatisfacción que sentimos con nuestro cuerpo, ofreciendo productos y servicios que, supuestamente, nos ayudarán a “arreglar” lo que está mal.

Un ejemplo claro son las dietas milagrosas que prometen resultados rápidos e irreales, las rutinas de cuidado de la piel que aseguran eliminar cada marca o imperfección, y los negocios estéticos que ofrecen tratamientos para eliminar arrugas, vello corporal, estrías o celulitis. Todos estos sectores están diseñados para hacernos sentir que nuestro cuerpo necesita ser constantemente mejorado.

Solo en 2023, se estima que la industria estética mundial generó alrededor de 616.000 millones de dólares. Esta cifra no sorprende si pensamos en la cantidad de productos, servicios y tratamientos que se promueven diariamente, aprovechando nuestras inseguridades. Mientras más descontentos estemos con nuestra apariencia, más dinero están dispuestas las personas a gastar en soluciones rápidas y, en muchos casos, innecesarias.

¿Cómo enfrentamos la presión estética?

Existen diversas formas de combatir la presión estética, pero una de las más poderosas es la neutralidad corporal o body neutrality. Este enfoque promueve la idea de que nuestros cuerpos ya están bien tal como son, sin necesidad de cumplir con ningún estándar de belleza. Lo importante no es cómo se ven, sino lo que nos permiten hacer: vivir, sentir, disfrutar. La neutralidad corporal no exige que amemos cada parte de nuestro cuerpo, sino que lo aceptemos tal cual es, entendiendo que es mucho más que una imagen.

Además, es esencial fomentar el pensamiento crítico con relación a los medios y redes sociales. Ser conscientes de cómo funcionan estas plataformas y visualizar que las imágenes que vemos están manipuladas nos ayuda a desarrollar una mirada más objetiva y menos dañina. Cuestionar los mensajes que recibimos a diario es clave para no caer en la trampa de la comparación constante.

Otra herramienta valiosa es educar a las personas más jóvenes sobre estos temas. Enseñarles desde pequeños a valorar sus cuerpos por lo que hacen, no por cómo lucen, y a desarrollar una autoestima basada en sus cualidades, habilidades e intereses, les permitirá enfrentar la presión estética de manera más saludable. Hablar abiertamente sobre el impacto de las redes sociales, los estándares de belleza y las expectativas irreales también ayuda a construir un entorno más consciente y libre de juicios.

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